Si hablamos del mundo de las inversiones, probablemente uno de los primeros términos que nos vienen a la cabeza es el de las acciones. Estas son activos financieros que suponen una parte del capital de una empresa; en otras palabras, cada una de las unidades de propiedad de una compañía. Por lo tanto, un inversor que tenga acciones de una organización es dueño de un determinado porcentaje -en función de los títulos que tenga- de la misma.
Esto le otorga una serie de derechos establecidos por ley, entre los que encontramos algunos como el derecho de información: los accionistas deben disponer de aquellos datos que reflejen la actividad de la organización. Un ejemplo de ello serían las cuentas anuales o los informes de gestión.
También está el derecho de asistencia y voto en Juntas Generales de Accionistas, uno de los eventos corporativos que más interés suscita y en los que los accionistas son los principales protagonistas. Convocados de forma ordinaria o extraordinaria, en estos encuentros se debaten y, si aplica, se someten a votación las materias recogidas en la orden del día. Hablamos de asuntos como la aprobación de las cuentas anuales que mencionábamos anteriormente, el nombramiento o ratificación de un consejero de administración o las modificaciones de Estatutos, entre otros.
Además de estos derechos políticos, podemos hablar de derechos económicos como el derecho a dividendos. Como partícipe de la organización, un accionista tiene el derecho a recibir los beneficios que esta reparta entre sus propietarios. En este sentido, cabe destacar que los repartos no son obligatorios, sino que dependen de lo acordado en las Juntas Generales de Accionistas. Si, por el contrario, la sociedad se disuelve, estaremos ante un derecho a la cuota de liquidación.
¿Todas las acciones cotizan en bolsa?
Estos activos son uno de los ejemplos más representativos de la renta variable, un tipo de inversión en la cual el interesado no sabe de antemano ni tiene garantizadas la recuperación del capital que haya destinado a tal fin ni la rentabilidad que este pueda conllevar. Esto es un aspecto que incumbe a todas ellas, pero hay otros que las diferencian como cotizar en bolsa.
Y es que no todas las empresas pueden hacerlo: estas deben cumplir una serie de requisitos, tanto desde el punto de vista formal -por ejemplo, estar inscrita en el Registro de Valores, presentar los estatutos o acreditar una auditoría de cuentas- y económico -como poseer un capital mínimo que, a su vez, esté en propiedad de un determinado número de accionistas con unos porcentajes máximos de participación-.