Tipos de inflación: moderada, galopante e hiperinflación

En los últimos tiempos, el término inflación ha estado en boca de todos, pero ¿qué conlleva realmente? Es esencial comprender las implicaciones de este fenómeno macroeconómico para entender algo tan cotidiano como el hecho de que los artículos de nuestra cesta de la compra no hayan aumentado, pero el precio a desembolsar por ellos sí lo haya hecho. La inflación es la subida generalizada de los precios de los bienes y servicios de un país. Tiene un carácter sostenido, es decir, se mantiene a lo largo de un periodo de tiempo. El Índice de precios al consumo (IPC) se encarga de medir este aumento, ofreciendo una visión estadística de la evolución de los precios de los bienes y servicios que consumen las familias en España. Las causas de la inflación son diversas. Puede producirse por un exceso de demanda, cuando el consumo de bienes es mayor a la capacidad de producción o importación de estos, o por un aumento de los costes, cuando el precio de las materias primas se incrementa, generando una subida en cadena de los precios hasta llegar al consumidor final. Cuando los salarios no aumentan al mismo ritmo que los precios, experimentamos una pérdida de nuestro poder adquisitivo o poder de compra. Esto también afecta a nuestras inversiones, ya que pierden rentabilidad. En función del incremento de los precios, podemos clasificar la inflación en:

Inflación moderada: se produce cuando los precios se incrementan lentamente y en un porcentaje no superior al 10% anual.
Inflación galopante: tiene lugar cuando los precios superan los dos o tres dígitos interanualmente. En este periodo de tiempo, el precio de los productos puede duplicarse o triplicarse, lo que conlleva una mayor inestabilidad económica del país, reduciendo el consumo de las familias y afectando al nivel de calidad de vida.
Hiperinflación: da lugar a una grave crisis económica en la que el índice de precios se incrementa en más de un 50% mensual. En esta situación, el dinero pierde valor rápidamente, disminuyendo el poder adquisitivo de los consumidores mientras que el precio de los productos aumenta.

Dependiendo de la situación podemos ver que la inflación se comporta de una manera u otra. Por ejemplo, cuando se produce una disminución generalizada de los precios, hablamos de deflación. También encontramos el fenómeno de la estanflación, que es una combinación de bajo crecimiento económico, aumento de los precios y un alto nivel de desempleo.

Por último, debemos mencionar la inflación subyacente, un indicador que mide la variación en los precios de los bienes y servicios sin incluir la energía (electricidad, gas…) y los alimentos no procesados (frutas, verduras…). Se muestra como una variable estable que, al no tener en cuenta la volatilidad de los productos energéticos y los alimentos, permite a los gobiernos conocer la situación estructural del país y establecer medidas políticas para prevenir futuros desajustes.