Cuando hablamos de cartera de valores o cartera de inversión, nos referimos a la suma de activos financieros que posee una persona física o jurídica, como acciones, bonos, fondos de inversión, materias primas, etc. que hayan sido adquiridos en los mercados financieros.
Para disponer de una cartera de valores debemos contar con un intermediario -la figura más popular es la del bróker o asesorías de inversión- que realice la compraventa de activos. Es importante elegir un intermediario que nos proporcione confianza, pues operará en nuestro nombre y recibirá una comisión en base a cada operación.
La gestión de una cartera implica la fijación de unos objetivos a corto y largo plazo, así como el seguimiento estratégico de las inversiones que llevamos a cabo. Buscamos obtener la máxima rentabilidad de nuestros ahorros, sin embargo, debemos saber qué riesgo estamos dispuestos a asumir como inversores. También es necesario considerar los factores externos que puedan influir en nuestras decisiones, tales como la edad, nuestra situación personal y económica, la diversificación y el horizonte temporal de nuestros activos. En función de esto, hablamos de diferentes tipos de gestión de la cartera de valores:
• Gestión activa: esta estrategia se centra en buscar oportunidades para superar la rentabilidad del mercado tratando de identificar el momento para comprar o vender; sin embargo, conlleva mayores costes de transacción y requiere más dedicación por parte del inversor, en línea con la variabilidad del mercado financiero.
• Gestión pasiva: se basa en replicar índices bursátiles, con el objetivo de conseguir que la rentabilidad de la cartera sea similar a la del mercado. De esta forma, el trabajo de gestión implica un nivel de dedicación menor, en comparación con la gestión activa.
• Gestión mixta: busca combinar la gestión activa con la gestión pasiva, diversificando entre distintos activos y estrategias de inversión, con el objetivo de compensar el riesgo asumido en unos valores con otros que muestran un carácter más estable.
Un aspecto clave de la estrategia es el llamado “rebalanceo de la cartera”, que consiste en reajustar periódicamente los productos financieros a nuestras necesidades u objetivos. Se trata de tomar las mejores decisiones de inversión, manteniendo el control sobre la evolución de nuestros activos financieros para ver si es necesario realizar algunos cambios, siempre teniendo en cuenta nuestro perfil como inversores.