Balance de los 365 días de guerra en Europa.
El día 24 de febrero se cumplió un año desde que Putin anunciara las operaciones del ejército ruso sobre territorio ucraniano e invitara al resto de países a mantenerse al margen del conflicto. Lo hacía destacando la gran capacidad de armamento nuclear de Rusia, el cual no dudaría en utilizar contra Occidente. Una invasión que derivó en un profundo impacto en nuestro continente, en todas sus constantes vitales y en un conflicto bélico que continua y está quedando en la memoria colectiva por sus duras imágenes y porque, equivocadamente, la palabra guerra nos sonaba a una cuestión de otro siglo o incluso de territorios que nos quedaban lejanos.
365 días televisados donde el este de Ucrania recuerda a las imágenes de la Primera Guerra Mundial, vivida en tantas y tantas películas, libros, pinturas, documentales: soldados exhaustos en el fondo de trincheras embarradas, enormes cráteres provocados por los proyectiles, paisaje apocalíptico en pueblos y ciudades.
Claramente, Rusia se ha ganado a pulso que a nivel global se le esté dando la espalda ante el calibre de la masacre, mientras que por otro lado, el mundo sigue inspirado y solidarizado por la valentía y la resiliencia de los Ucranianos.
El balance es devastador, con decenas de miles de muertos, millones de refugiados y desplazados internos, ciudades bombardeadas y destruidas y una economía muy golpeada.
Las sanciones occidentales a Rusia han contraído su economía, han afectado a la capacidad industrial del país en algunos sectores y han detenido una era de integración rusa en Europa. Pero si bien las medidas han cobrado un precio doloroso en Rusia, no han obligado a Putin a reconsiderar su guerra. Y es que la economía rusa recibe aún cantidad de ingresos generados de las importaciones de gas y petróleo independientemente del deseo declarado de la mayoría de los países europeos de dejar de depender de su energía. Bien es cierto que las nuevas condiciones geopolíticas creadas por la invasión pueden acelerar la transición de Europa hacía economías descarbonizadas y disminuir aún más la influencia de Rusia sobre el continente.
A pesar de la certeza del fracaso ruso, la guerra, lamentablemente, todavía no parece estar cerca de terminar. El costo económico para Ucrania fue enorme: su PIB se contrajo un 35% en 2022, según el Banco Mundial. La Escuela de Economía de Kiev (KSE) cifró los daños en 138.000 millones de dólares y las pérdidas para la agricultura en más de 34.000 millones. El gobierno ucraniano contabiliza más de 3.000 escuelas afectadas y la Unesco, 239 sitios culturales. Desde septiembre, Moscú ataca sistemáticamente las infraestructuras energéticas y aunque el abastecimiento militar occidental no cesa y ayuda a registrar importantes avances, en diciembre, casi la mitad estaban dañadas, sumiendo a los ucranianos en la oscuridad y el frío. Sobre las zonas liberadas por Ucrania y asoladas por la destrucción, pesa todavía el riesgo de volver a caer en manos rusas y los analistas atribuyen esto en parte a la determinación personal, y a las ilusiones, del propio líder ruso sobre una posible nueva versión del imperio ruso.
En enero, Occidente decidió suministrar tanques de combate a Kiev, rompiendo un primer tabú. El envío de cazas a Ucrania podría ser el próximo paso…