Bonos verdes: una apuesta por la sostenibilidad
Los tiempos están cambiando, y nuestras inversiones también. Cada vez son más las empresas que se comprometen activamente en el desarrollo y ejecución de políticas y productos orientados a la protección del medioambiente. En este contexto, los inversores ya no se limitan a analizar las oportunidades meramente financieras, sino que conjugan la búsqueda de ganancias con la de un impacto positivo en nuestro planeta, liderando el camino hacia la Inversión Sostenible y Responsable (ISR) como componente esencial en la gestión de sus recursos financieros.
Este movimiento hacia prácticas de inversión más alineadas con criterios ambientales no solo refleja una respuesta a las nuevas demandas en los mercados, también son la clave para la construcción de un futuro más sostenible. En este sentido, los bonos verdes representan una forma innovadora que permite a los mercados de deuda involucrarse en proyectos y actividades que cumplan con unos criterios ambientales preestablecidos.
Los bonos verdes son instrumentos financieros emitidos por gobiernos, empresas o entidades públicas y privadas para obtener recursos a largo plazo, devolviendo a los inversores las retribuciones financieras acordadas. Esto abarca la cantidad inicial invertida más intereses periódicos fijados. La particularidad de estos bonos reside en que los recursos están destinados a financiar o refinanciar proyectos de carácter sostenible, cumpliendo con los criterios ASG (ambiental, social y de gobierno).
Los requisitos para emitir estos bonos deben estar alineados con los Principios de los Bonos Verdes, establecidos por la Asociación Internacional de Mercados de Capitales (ICMA), que se encargan de servir de guía a los emisores de bonos verdes en el mercado, subrayando la importancia de la transparencia y la divulgación de información. Estos principios recogen las categorías genéricas de elegibilidad para Proyectos Verdes, que tienen por objetivo la prevención y control de la contaminación, conservación de la biodiversidad y adaptación al cambio climático. Las categorías se dividen en:
• Energías renovables (incluyendo producción, transmisión, dispositivos y productos);
• Eficiencia energética (como edificios nuevos y reformados, almacenamiento de energía, calefacción urbana, redes inteligentes, dispositivos y productos);
• Prevención y control de la contaminación (incluyendo la reducción de las emisiones atmosféricas, el control de los gases de efecto invernadero, la descontaminación de los suelos, la prevención y reducción de residuos, el reciclaje de residuos y la transformación eficiente de residuos a energía);
• Gestión sostenible de los recursos naturales y el uso de la tierra (incluida la agricultura sostenible, la cría de animales sostenible, los aportes agrícolas inteligentes para el clima como la protección biológica de los cultivos o el riego por goteo, la pesca y la acuicultura; la actividad forestal sostenible, incluyendo la forestación o reforestación y la conservación o restauración de paisajes naturales);
• Conservación de la biodiversidad terrestre y acuática (incluyendo la protección de ambientes costeros, marinos y de cuencas);
• Transporte limpio (como transporte eléctrico, híbrido, público, ferroviario, no motorizado, transporte multimodal, infraestructura para vehículos de energía limpia y reducción de emisiones nocivas);
• Gestión sostenible del agua y de las aguas residuales (incluida la infraestructura sostenible para el agua limpia y/o potable, el tratamiento de las aguas residuales, los sistemas de drenaje urbano sostenible y la capacitación fluvial y otras formas de mitigación de las inundaciones);
• Adaptación al cambio climático (incluidos los esfuerzos para hacer que la infraestructura sea más resistente a los impactos del cambio climático, así como sistemas de apoyo a la información, como la observación del clima y los sistemas de alerta temprana);
• Productos, tecnologías de producción y procesos adaptados a la Economía Circular (como el diseño y la introducción de materiales, componentes y productos reutilizables, reciclables y reacondicionados; herramientas y servicios circulares); y/o productos ecoeficientes certificados;
• Edificios ecológicos que cumplan con las normas o certificaciones reconocidas regional, nacional o internacionalmente para rendimiento ambiental.
En el horizonte de la economía moderna, la sostenibilidad ocupa un lugar muy importante. En Santander Asset Management llevamos apostando por ello desde que lanzamos nuestro primer fondo de inversión gestionado bajo criterios ASG en España, en 1995. Estamos convencidos de que las inversiones sostenibles y responsables generan un impacto positivo en nuestro entorno, y esta creencia sigue siendo el eje central que guía nuestras acciones para encaminarnos hacia un futuro más sostenible.